miércoles, 5 de agosto de 2009

Sociedad de la información
En la última década, la expresión “sociedad de la información” se ha consagrado sin lugar a dudas como el término hegemónico, no necesariamente porque exprese una claridad teórica, sino por el bautizo que recibió en las políticas oficiales de los países más desarrollados, además de la coronación que significó honrarlo con una Cumbre Mundial.

Los antecedentes del término, sin embargo, datan de décadas anteriores. En 1973, el sociólogo estadounidense Daniel Bell introdujo la noción de la “sociedad de la información” en su libro El advenimiento de la sociedad post-industrial, donde formula que el eje principal de ésta será el conocimiento teórico y advierte que los servicios basados en el conocimiento habrán de convertirse en la estructura central de la nueva economía y de una sociedad apuntalada en la información, donde las ideologías resultarán sobrando.

Esta expresión reaparece con fuerza en los años 90, en el contexto del desarrollo de Internet y de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación). A partir de 1995, fue incluida en la agenda de las reuniones del G7 (luego G8, donde se juntan los jefes de Estado o gobierno de las naciones más poderosas del planeta). Se ha abordado en foros de la Comunidad Europea y de la OCDE (los treinta países más desarrollados del mundo) y ha sido adoptada por el gobierno de los Estados Unidos, así como por varias agencias de las Naciones Unidas y por el Grupo Banco Mundial. Todo ello con gran eco mediático. A partir de 1998, fue elegida, primero en la Unión Internacional de Telecomunicaciones y luego en la ONU, como el nombre de la Cumbre Mundial a realizarse en 2003 y 2005.

No obstante esta realidad y el rol clave que las tecnologías de la comunicación han desempeñado en la aceleración de la globalización económica, su imagen pública está más asociada a los aspectos más “amigables” de la globalización, como Internet, telefonía celular e internacional, TV por satélite, entre otros. Así, la sociedad de la información ha asumido la función de “embajadora de buena voluntad” de la globalización, cuyos “beneficios” podrían estar al alcance de todos/as, si solamente se pudiera estrechar la “brecha digital”.

Fue en los años 70 que el gobierno federal en Estados Unidos comenzó a usar la expresión "sociedad de la información" bajo el gobierno de Nixon. Los cambios en las estructuras administrativas gubernamentales resultaron tanto de la incorporación de la innovación tecnológica por la conquista espacial, el mantenimiento de la Guerra Fría, como por la aplicación de la electrónica a las necesidades sociales. En 1975 OCDE, (Organización de Cooperación y Desarrollo Económico) que agrupa a los 24 países más ricos del planeta comenzaron a usar la misma noción. En 1980 la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) llama la atención en lo que puede significar un salto cualitativo por la evolución de las sociedades industriales desde la perspectiva microelectrónica y el retraso de los países no desarrollados. El desmantelamiento de ATT (American Telegraph and Telephone) en 1984 fue el inicio concreto de las redes transfronterizas y el comienzo de la desregulación de los servicios públicos de las telecomunicaciones, a la vez que la popularización de calificaciones a las sociedades por los usos crecientes de la digitalización en las comunicaciones.

El uso del término la sociedad del conocimiento, no es indistinto en América Latina y en las consecuencias de la aplicación del paradigma digital emanado por los países del Norte. Con una imitación en los del Sur, la perpetuación de brechas económicas y sociales por una diferente división del trabajo que ha determinado un cambio en el modo en que la estructura de producción capitalista arroja a las periferias todas sus excrecencias, en las que ha cambiado la circulación de los datos y los objetos en función del uso intensivo de las máquinas de información.
En cuanto a la expansión de la cultura el lugar de crecimiento sería las universidades, la acción de los científicos y los centros de investigación. La comunidad de la ciencia tomaba una dimensión especial en las prognosis de Daniel Bell porque sería universalista, desinteresada, "librada de ideología", así como ausente de burocratización, del servilismo político y del totalitarismo. Asimismo utilizaría con las nuevas técnicas sistemas de evaluación, a semejanzas del control político derivado de los métodos de planificación. Con estas nuevas propuestas el sociólogo norteamericano dejaba de marcar a otro término, el de las crisis, o el momento de cambio cuando se pasa de una etapa de expansión a otra de recesión económica, que suelen prolongarse más de previsto, ya que daba una síntesis del proceso de la modernidad con el progreso indefinido. La linealidad en el crecimiento estaba dada por una evolución mecanicista, al estilo de lo que planteara Walt W. Rostow a comienzos de los años 60, con las etapas del crecimiento económico: sociedad tradicional en transición de despegue de madurez económica de consumo de masas. Por estas etapas debían de pasar los países no desarrollados, inculcando que los cambios vienen de arriba, de las elites técnicas hacia los administrados, de las sociedades que han alcanzado madurez, que son las que poseen innovación y de las etapas superiores de la modernización y el desarrollo a las sociedades de escalones inferiores. Así como señalaba una superioridad de civilizaciones en las sociedades, Bell olvidaba marcar que toda crisis económica no es sólo esto, sino que implica cambios institucionales, culturales, y políticos.

En los aspectos de los cambios democráticos Alvin Toffler por la misma época pronosticaba la necesidad de enmendar a las democracias haciéndolas más interactivas, profundizando el pluralismo, el pleno empleo y la flexibilidad. Estas democracias interactivas se desarrollarían mediante la tecnocomunicación.

La OIT (Oficina Internacional del Trabajo) señalaba en el año 2000, en una reunión regional en Montevideo, que estrechamente ligado al cambio tecnológico cada vez se da mayor importancia a la capacidad de personas e instituciones, para adquirir, procesar y aplicar conocimientos. La tarea de las organizaciones será desarrollar capacidades para documentar y sistematizar sus experiencias, abrirse a los desafíos de mercados y tecnologías, e innovar, adaptar y crear conocimiento colectivo y distribuirlo entre sus miembros. El mayor impacto que están teniendo las tecnologías de información se encuentra en: a) el aprendizaje y la adquisición de conocimientos; b) el trabajo; y c) las comunicaciones. Hasta la fecha la OIT no ha podido justificar el no-crecimiento del empleo y/o trabajo decente mediante el uso de las tecnologías en América Latina.

Pero ahora que el conocimiento está entrelazado con la globalización y con la revolución científica y tecnológica, es como "la luz", según el BM, justamente ahora se ve restringido por el mercado del conocimiento, o está restringido sólo para aquellos/as que pueden pagar por el acceso a dicho conocimiento. Siendo como ha sido la tradición latinoamericana de educación superior como de investigación científica que las estrategias económicas dependen del uso extensivo de recursos humanos y naturales de bajo costo, más que de su productividad y de la oferta pública de dichos recursos humanos, de conocimiento y de producciones científicas ya que una organización que aprende a aprender es también una organización que transfiere conocimientos a sus miembros, que construye un capital que no sólo se refleja en los balances financieros de la empresa, sino también en el potencial de sus “miembros" así puesto que la expansión acelerada de las nuevas industrias (biotecnología, telecomunicaciones, e informática) depende más de la organización del conocimiento y del aprendizaje, que de recursos naturales, tamaño de empresas o materias primas.

Así como Manuel Castells menciona:

“Lo que caracteriza a la revolución tecnológica actual no es el carácter central del conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a aparatos de generación de conocimiento y procesamiento de la información/comunicación, en un círculo de retroalimentación acumulativo entre la innovación y sus usos”. Y acota: “La difusión de la tecnología amplifica infinitamente su poder cuando sus usuarios se la apropian y la redefinen. Las nuevas tecnologías de la información no son sólo herramientas que aplicar, sino procesos que desarrollar. (...) Por primera vez en la historia, la mente humana es una fuerza productiva directa, no sólo un elemento decisivo del sistema de producción se trata de una sociedad en la que las condiciones de generación de conocimiento y procesamiento de información han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica centrada en el procesamiento de información, en la generación del conocimiento y en las tecnologías de la información”.

Con respecto a las visiones, se destacan los documentos que resultaron de la CMSI, por surgir de un proceso mundial. La Declaración de Principios de Ginebra, adoptada por los gobiernos -con significativos aportes de la sociedad civil-, expresa en su primer artículo:

“Nosotros (...) declaramos nuestro deseo y compromiso comunes de construir una Sociedad de la Información centrada en la persona, integradora y orientada al desarrollo, en que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo sostenible y en la mejora de su calidad de vida, sobre la base de los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y respetando plenamente y defendiendo la Declaración Universal de Derechos Humanos.”

Por su parte, la Declaración de la Sociedad Civil extiende su visión sobre varios párrafos, pero lo esencial dice:

“Nos comprometemos a constituir sociedades de la información y la comunicación centradas en la gente, incluyentes y equitativas. Sociedades en las que todas y todos puedan crear, utilizar, compartir y diseminar libremente la información y el conocimiento, así como acceder a éstos, con el fin de que particulares, comunidades y pueblos sean habilitados y habilitadas para mejorar su calidad de vida y llevar a la práctica su pleno potencial”.

Esta Declaración añade los principios de justicia social, política y económica, y de la plena participación y habilitación de los pueblos; destaca los objetivos de desarrollo sostenible, democracia e igualdad de género; y evoca sociedades en donde el desarrollo se enmarque en los derechos humanos fundamentales y esté orientado a lograr una distribución más equitativa de los recursos.

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